La biblioteca municipal Rafael Pablos abrió sus puertas el pasado 11 de diciembre en horario de tarde de manera temporal. Hasta ahora solo estaba disponible en ese horario como sala de estudio, es decir, que no se podía disfrutar ni de préstamos ni los más pequeños de la renovada sala de la primera planta. Ahora lo estará al menos hasta el 20 de diciembre, según anuncia la propia biblioteca en redes sociales.
Es, sin duda, una buena noticia, pero la coletilla de apertura temporal deja mucho que desear. La biblioteca funciona de tarde gracias a la contratación de dos personas por un periodo de un mes -esa era la oferta pública de empleo-, no sabemos si prorrogables. Y ello ha sido posible tras la presión popular, de los usuarios, que amagaron con una protesta para solicitar que esta instalación se pudiera utilizar por las tardes. El parche ya está puesto. Ese es el problema.
Se trata de un remiendo más en la política cultural de esta ciudad, que sobrevive de las iniciativas de los colectivos locales, que en muchas ocasiones encuentran demasiadas trabas para llevar a cabo sus acciones.
Pero hablamos de la biblioteca. La Rafael Pablos es la central, y única, de Sanlúcar. Para una ciudad de 70.000 habitantes es un dato más que deficitario -consulten las recomendaciones de los especialistas-, ya que, teniendo en cuenta las particularidades del territorio, con una considerable extensión y un aceptable servicio de transporte público, acceder a otro servicio público tan destacado como es la biblioteca municipal se antoja difícil.
Fomentar el hábito de la lectura no parecer ser, ni haber sido, uno de los objetivos de nuestros gobernantes.