El amor, la pasión, son motores poderosísimos que mueven a las personas más allá del momento y el lugar en el que se encuentren. En el ámbito cultural es algo que pasa de manera habitual y en más ocasiones de las deseadas es lo único que permite salir adelante cuando no hay más a lo que agarrarse. Muchas veces es un camino en un desierto en el que el entusiasmo se convierte en el oasis del creador.
Uno de estos casos es el de la actriz sanluqueña Esther Alonso, licenciada en Arte Dramático en Valencia, a la que el destino le hizo regresar a su ciudad, donde en principio con otra actriz inició la aventura de poner en marcha un taller teatral, que ahora lleva en solitario. En su taller, en el Espacio Shantala -Calle Ganado-, participa una treintena de personas, la mitad de ellos entusiastas niños, y ha creado el grupo teatral Por mi chápiro verde, una referencia a ‘Ubú’, de Alfred Jarry, la primera obra que ha representado este joven grupo.
Alonso explica que su “ilusión” es tener una escuela, “pero no hay dinero y las cosas tardan mucho”, y mientras, trabaja en su taller, en el que da clases en las que enseña a adultos y pequeños “a improvisar, con sus normas, su historia; doy mucha caña con literatura dramática, analizando obras y técnica vocal, expresión corporal y luego empieza mi proceso creativo, viendo cómo van funcionado para hacer algo con ellos. Al final hay un día que en la cabeza me salta la idea y empiezo a hacer el trabajo. Es lo que estoy haciendo ya con los adultos y también con los niños, «aunque no lo saben”, explica. “Con los pequeños tengo que crear la obra, pero es tan bonita la imaginación y lo que crean que me ha parecido más bonito recoger sus cuentos y sus historias más teatrales para hacer una dramaturgia con ellos, aprovechando su imaginación y su improvisación”.
Con los adultos tiene pensado algo más “serio”. “Después de mucho pensarlo me vino un autor a la cabeza, uno de los más importantes, y empecé a dudar. Pero recordé a una profesora de arte dramático que me decía que ‘a los autores hay que bajarlos a la tierra, no podemos endiosarlos’. Así que voy a estudiar si hacemos algo bonito. Ahora hay un trabajo de adaptar la obra, trabajar composición de personajes, su modelo comportamental, la voz, y todo sin que ellos sepan todavía qué van a hacer. Así es como funciono”, añade con una sonrisa.
Entre sus alumnos y miembros del grupo de teatro hay todo tipo de personas, “desde gente que le gusta el teatro, que ha hecho teatro alguna vez, hasta los que vienen por perder la vergüenza, para conocer a otra gente, como medida terapéutica, aunque no hago nada de eso, como ayuda psicológica… hay de todo. Y con los pequeños casi lo mismo, pero éstos sí tienen más interés en hacer teatro”, apunta.
Y ahora…
Tras meses de trabajo, de ensayos, de preparación, llega el momento de la representación, pero ahí vienen los primeros inconvenientes. Es el momento serio de esta agradable conversación con la actriz. “Sanlúcar está un poquito abandonada desde el punto de vista cultural, un poquito vacía, sin apuestas, casi siempre hay lo mismo, ¡y bien está, eh!, pero habría que abrir un poco y ayudar. Estoy negociando con el Ayuntamiento para utilizar el auditorio o el centro cultural La Victoria para ensayar. Necesito ayuda y que ellos también promuevan y den valor a lo que se está haciendo aquí. Parece que si vienes de fuera eres mejor. Es difícil, es muy difícil», indica la actriz. «Yo he actuado en muchos teatros y no he tenido que buscar, y pagar, a un técnico para el sonido. Sanlúcar necesita alguien que dirija eso, que haga una programación, que busque actividades. Entiendo que el ayuntamiento está muy pobre, pero…”, se lamenta.
Un teatro
Resucita entonces una antigua propuesta de dotar a la ciudad de un verdadero espacio escénico. “Entiendo que han arreglado el auditorio, pero personalmente entiendo que hace falta un teatro que no sea eso. El auditorio es patrimonio, y tiene muchas cosas, pero no todo lo que tiene un teatro. La accesibilidad es difícil. No funciona el ascensor del escenario. La Victoria hay que arreglarla. Hay que buscar subvenciones, ayudas que permitan afrontar esta situación”.
Esther Alonso cuenta que ella consiguió la ayuda de las empresas privadas – bares, tiendas- para pagar todo de la representación de ‘Ubú’, aunque al final hubo que poner una taquilla, porque este “es mi trabajo”. “Sé que me he venido a un desierto, soy muy idealista, pero lo hago porque es mi trabajo, y con mis clases estoy muy bien, pero cuando se monta una representación detrás hay mucho trabajo. Y creo que desde las administraciones creen que se trata de un hobby de cuatro niños haciendo tonterías”.
Con todo, el optimismo y el entusiasmo de Esther Alonso salta de nuevo y vuelve a su natural pasión. “De todas formas, la cultura encuentra su sitio por donde salir. Es muy maleable, si tu no me ayudas, se encuentra la manera de que las cosas se hagan. La cultura es como el agua”.
Directora y actriz
Esther Alonso es licenciada en Arte Dramático, modalidad de Interpretación Textual, por la Escuela Superior de Arte Dramático de Valencia. Posgraduada en el Master Oficial en Artes del Espectáculo Vivo por Universidad de Sevilla, especializándose en análisis y escritura dramatúrgica con perspectiva de género. Actriz profesional, destacando su trabajo en la Compañía Teatro a la Plancha, con la que ha recorrido numerosos teatros de la península. Editora de obras teatrales ganadoras de los principales premios que se otorgan en el territorio español. Docente teatral y directora de su propia compañía Por mi chápiro verde.
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@pormichapiroverde